viernes, 3 de enero de 2014

EL TAROT Y LA PSICOLOGÍA






El Tarot y la Psicología
En ninguna parte está escrito que el tarot no pueda ser utilizado por la persona que no pretende prever el futuro y prefiere ignorar para no angustiarse. De hecho, precisamente en virtud de su simbolismo y de su lenguaje arquetípico, que engloban las diversas etapas de la experiencia vivida por la humanidad, pueden utilizarse también como instrumento de meditación y de autoconocimiento.

El famoso psicólogo suizo Carl Gustav Jung, que fue el primero que formuló la teoría de los arquetipos, compara la conciencia con las partes visibles de una isla, el inconsciente individual al sumergido y el inconsciente colectivo, común a todos los hombres, al mar que discurre a su alrededor.

Las cartas, precisamente, hablan este lenguaje universal, muy útil para poner en comunicación casi inmediata la esfera de la conciencia con la zona del inconsciente individual y pasar a las profundidades del inconsciente colectivo.

De hecho, los símbolos funcionan como verdaderos  imanes: atraen a otros símbolos y sacan a la superficie las ideas que todavía se están gestando, las sensaciones, los sentimientos acallados durante demasiado tiempo; desarrollan, en síntesis, el trabajo del psicólogo; ayudan a asociar, a concatenar, a dialogar consigo mismo, en vistas de un mejor conocimiento del propio yo.
No es una casualidad que actualmente sean numerosos los grupos de investigación psicológica, sobre todo cuando se trata de análisis de grupo, que se apoyan en el simbolismo de los arcanos mayores para analizar los distintos tipos de comportamiento, los distintos papeles. La auto identificación con uno de ellos (una particular forma de ser), estudiado en relación con todos los demás, se transforma de esta forma en una clara fotografía de uno mismo y de la propia forma de relacionarse con el entorno.

 Existe, por ejemplo, la mujer que prefiere la carta de la Luna (maternal, receptiva pero a veces falsa y entrometida); otra que se identifica más fácilmente con la Papisa, inteligente y silenciosa, o la que se viste de forma maravillosa con las ropas de la Emperatriz, serena e intelectualmente fecunda. De la misma forma, nos encontramos con el Emperador, enérgico y cualificado; el Papa, inteligente y paciente consejero, o el Diablo, seductor y timador.

En cualquier caso, tanto si se trabaja con un único arcano como si se relaciona con los demás – por ejemplo, con el que lo precede o el que lo sigue  en la serie numérica o con el que se encuentra colocado de forma especular frente a él - la regla básica para meditar sobre el tarot es siempre la misma: entrar con la imaginación en la carta, pasar a través de ella, como si se tratara de una puerta abierta y entablar un dialogo imaginario con el personaje que representa para visualizarla después de haberla observado un largo rato, intentando reconstruir con los ojos cerrados todos los detalles.

A estas alturas, las asociaciones de ideas se presentan de forma importante: basta con pensar en la carta en cuestión, en su palabra clave, en sus atributos y enseguida aparecerá en la mente una multitud de pensamientos, recuerdos, experiencias, asociaciones a través de las cuales habrá que deslizarse suavemente hasta llegar a la zona más profunda y recóndita de uno mismo.

Laura Tuan – Interpretar el Tarot


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