El
Tarot y la Psicología
En ninguna
parte está escrito que el tarot no pueda ser utilizado por la persona que no
pretende prever el futuro y prefiere ignorar para no angustiarse. De hecho,
precisamente en virtud de su simbolismo y de su lenguaje arquetípico, que
engloban las diversas etapas de la experiencia vivida por la humanidad, pueden
utilizarse también como instrumento de meditación y de autoconocimiento.
El famoso
psicólogo suizo Carl Gustav Jung, que fue el primero que formuló la teoría de
los arquetipos, compara la conciencia con las partes visibles de una isla, el
inconsciente individual al sumergido y el inconsciente colectivo, común a todos
los hombres, al mar que discurre a su alrededor.
Las cartas,
precisamente, hablan este lenguaje universal, muy útil para poner en
comunicación casi inmediata la esfera de la conciencia con la zona del
inconsciente individual y pasar a las profundidades del inconsciente colectivo.
De hecho, los
símbolos funcionan como verdaderos
imanes: atraen a otros símbolos y sacan a la superficie las ideas que
todavía se están gestando, las sensaciones, los sentimientos acallados durante
demasiado tiempo; desarrollan, en síntesis, el trabajo del psicólogo; ayudan a
asociar, a concatenar, a dialogar consigo mismo, en vistas de un mejor
conocimiento del propio yo.
No es una
casualidad que actualmente sean numerosos los grupos de investigación
psicológica, sobre todo cuando se trata de análisis de grupo, que se apoyan en
el simbolismo de los arcanos mayores para analizar los distintos tipos de
comportamiento, los distintos papeles. La auto identificación con uno de ellos
(una particular forma de ser), estudiado en relación con todos los demás, se
transforma de esta forma en una clara fotografía de uno mismo y de la propia
forma de relacionarse con el entorno.
Existe, por ejemplo, la mujer que prefiere la
carta de la Luna (maternal, receptiva pero a veces falsa y entrometida); otra
que se identifica más fácilmente con la Papisa, inteligente y silenciosa, o la
que se viste de forma maravillosa con las ropas de la Emperatriz, serena e
intelectualmente fecunda. De la misma forma, nos encontramos con el Emperador,
enérgico y cualificado; el Papa, inteligente y paciente consejero, o el Diablo,
seductor y timador.
En cualquier
caso, tanto si se trabaja con un único arcano como si se relaciona con los
demás – por ejemplo, con el que lo precede o el que lo sigue en la serie numérica o con el que se
encuentra colocado de forma especular frente a él - la regla básica para
meditar sobre el tarot es siempre la misma: entrar con la imaginación en la
carta, pasar a través de ella, como si se tratara de una puerta abierta y
entablar un dialogo imaginario con el personaje que representa para
visualizarla después de haberla observado un largo rato, intentando reconstruir
con los ojos cerrados todos los detalles.
A estas
alturas, las asociaciones de ideas se presentan de forma importante: basta con
pensar en la carta en cuestión, en su palabra clave, en sus atributos y
enseguida aparecerá en la mente una multitud de pensamientos, recuerdos,
experiencias, asociaciones a través de las cuales habrá que deslizarse
suavemente hasta llegar a la zona más profunda y recóndita de uno mismo.
Laura
Tuan – Interpretar el Tarot
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